La cáscara de un hombre

y, entonces iba notando cómo poco a poco 
las palabras se abrían dentro de mí, cómo 
brotaban desde dentro, que es una sensación 
habitual en los poetas, no sé si a los demás 
les ocurre lo mismo 
CELSO CASTRO 
Tengo la sensación de que celso castro es, además de un escritor excelente, un inconformista. Su manera de enfrentarse a la literatura es atrevida y osada, y de la misma manera que Julio Cortázar jugaba y jugaba con sus cronopios y sus famas, dando giros y vértigos en las letras contemporáneas y ofreciéndonos estilos y maneras inéditas de crear, celso castro no se basta con lo que se ha hecho hasta ahora. Es imprudente afirmar que un escritor abre un nuevo camino en la literatura y se mantiene al margen de lo que se ha hecho hasta ahora. Es imprudente y casi una provocación, pero las sensaciones que deja la lectura de “astillas” me hacen confiar ciegamente en el estilo totalmente exclusivo y original de este autor. Sencillamente celso castro no me recuerda a nadie. De la misma manera que para dar confianza sobre muchos autores buscamos referencias de escritores anteriores que abrazaron el éxito, como un padrino, celso castro no se parece a nadie que yo haya leído. Se va pareciendo sucesivamente a sí mismo; y de la misma manera que su relato en “Mi madre es un pez” me reconciliaba con “el afinador de habitaciones”, “astillas” queda enmarcado en ese ejercicio que tan bien domina y que desde el primer momento se le ha denominado «relatos del yo». Utilizar la primera persona del singular durante más de doscientas páginas es un riesgo que no todos estamos dispuestos a asumir. Mantener al lector con cierto interés, sin que se haga pesado el monólogo y ofreciendo nuevos datos (avanzándolos y retirándolos, como resaca de mar) no es sencillo cuando se habla desde el mismo personaje, y menos cuando es este mismo quien nos proporciona, bajo su voz única, el resto de personajes e historias. Precisa una calidad y un dominio que celso castro ha demostrado sobradamente que posee. El mérito es del protagonista de “el afinador de habitaciones” (que no es el mismo que el de “la cuervo”, incluido en el primer libro) y “astillas”, que funcionan perfectamente como una primera y segunda parte de una novela fragmentada, porque es arrollador y absorbente: claves para poder llevar a cabo una novela como “astillas”. Éste tiene veintitrés años, una madre que se transforma en crisálida desnuda o en muerta impertinente y una abuela que juguetea con la eternidad. Bajo estas tres premisas, el resto de historias y cruces con la vida se desarrollan fluidamente. La voz de este personaje está hecha de lo que yo llamo celsocastrismo: reconocible aunque no llevara firma (o seudónimo) y perfectamente ambiental, puesto que te hace moverte por una atmósfera que él claramente nos proporciona, te envuelve y te deja gratamente sorprendido en cada capítulo. Uno de los aspectos que más me seduce de las novelas de celso castro es el tratamiento del amor, la ternura, la sensibilidad, las emociones. Su personaje estrella se pasa toda su corta pero agitada vida hablando de sus sentimientos, haciendo partícipe a los demás de ellos, y lo hace sin escrúpulos. No importa que sea judit o iris, dos mujeres imprescindibles en los relatos, o bruno, una abuela muerta o isra, un homosexual demasiado sensitivo. Este yo se expone constantemente al lector y no resulta ridículo o cursi. Lo que en otras novelas podría ser empalagoso y cargante, en la voz de celso castro es un elemento más, es algo profundo y encantador, provocando una gran empatía con el personaje, que sientes tan cercano, y no sólo porque esté hablándote a ti en toda su narración. “astillas” sigue tratando la nada de la misma manera que “el afinador de habitaciones”: va un poco de poesía, de drogas, de la muerte, del más allá, del suicidio, de lo más banal, del amor. Es irónico y se permite algunos guiños, pero también es tierno y cercano. Es una novela excelente, de nuevo. Y la figura del poeta, que siempre queda demasiado inaccesible para los que no lo son, convive con lo cotidiano de una manera armoniosa y complaciente: la poesía de celso castro, que también tiene protagonismo en su narrativa, se va filtrando desde la escombrera del protagonista de “astillas”, ofreciéndonos la cáscara de un hombre: una cáscara que no le protege de los nudos en la garganta y las lágrimas, una cáscara insuficiente que nos deja ver qué hay dentro. Y dentro hay sólo un hombre de veintitrés años que se despierta lloroso con el ruido que hace el ascensor al ponerse en funcionamiento.

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