Ahí nos deja su retrato

La mujer de los autorretratos no necesita nada —excepto a sí misma— para pintar, pero cuando escribe siempre se dirige al otro, al que no pinta, al que no ve, al que no se atreve a decirle —una adolescente— algunas intimidades. Frida Kahlo es una mujer tierna, cercana y con un gran sentido del humor. Viendo sus cuadros, a los que no entraré a valorar porque me faltan herramientas, nos podría parecer que Frida vive en sí misma, que el centro de su universo es ella, que es oscura a pesar del colorido, que convive con el dolor provocado por un accidente a la edad de dieciséis años. Nada de eso es mentira, ni verdad. Es cierto que Frida vive, si no en sí misma, de sí misma; también es cierto que su universo, el centro, le pertenece… y que es oscura aunque luminosa, y que convive con el dolor íntimamente. Pero también todo lo contrario. En los apuntes personales, una recopilación de la mexicana, podemos ver cómo evoluciona la Frida niña y se convierte en la Frida mujer, y comprobar que hay cosas que, de no ser por las fechas, apenas —afortunadamente— cambian: bromear sobre sí misma, tomarle el pelo a los demás, mostrarse afectuosa sin prejuicios, inventar palabras. Exceptuando algunas cartas, en las que sí habla del entorno de Diego Rivera y de algunas corrientes —y lo hace para burlarse de ellas—, Frida Kahlo en sus cartas no es la Frida Kahlo de las flores, los animales, los espacios salvajes y los retratos. Es sólo Frida, Frieda, Friducha, una chamaquita, una niña, una mujer. Es íntima y sencilla: se preocupa por no escribir con regularidad y por si los demás creen que es a propósito, se preocupa porque se compromete y no puede, se lamenta de sus dolores, se desespera, se alegra, se conforma. Rara vez habla de sus autorretratos o de sus dibujos, de su inspiración, de las condiciones en las que trabaja o de su ambición. Al final de su vida, cuando viaja con Diego al extranjero, hace referencias a sus exposiciones y becas, pero por algo que le afecta a su vida personal, que es lo que trata este libro de mostrar: nos habla de las exposiciones porque se ha separado de Rivera y, entonces, no tiene dinero. Pero por lo general, Frida habla de Frida: con su padre, con su hermana, con su médico, con su amor de adolescencia, con su amigo, con su esposo, con su amante. Habla, como reza la faja, a corazón y verbo abierto. Es verdad. Frida (casi) no habla de ninguna técnica, de lienzos, de pintura, de surrealismo. Habla de sí misma, y se busca y rebusca en los demás, y pide —porque Frida pide mucho— a los demás: que no se olviden de ella, que la perdonen, que vayan a verla, que por favor se acuerden. Por eso, entre otras cosas, estos apuntes personales bien podrían ser una obra literaria diarística: Kahlo es la pintora mexicana que todos conocemos, pero además es sensible, es intuitiva, es una mujer herida, es una adolescente dolorosa. Estos textos son universales: independientemente del vínculo que sientas con el personaje, la conozcas más o menos, la admires o no, las cartas que ahí nos deja, con el retrato, son amables, curiosas, personales.
«No soy one pelada como you pensó anoche, porque no me despedí of you, porque por más que hice, non pude ya salir al avise falaz. Pero espero que you me perdonará, ¿no?
Si you want mañana viernes, mi lo verá in the night, in the little tree… pa’ darnos al amor…
Mi telephoneará to las cuatro he! Non es “he” (él), you know.
Yo necesito que varias veces you me diga… “don’t be lagrimilla” —it’s very sweet for me.
Yo amo to you very much. You lo cree?
Well, yo le suplico me perdone lo de ayer por haberse tratado of my mom.
You for ever
Frieda
lagrimilla de Gómez Arias
or una virgen lacrimorum»
Ésta es Frida. Es la Frida adolescente que juega con las palabras. Una de las cosas que más me ha conmovido de estas cartas ha sido lo íntima que era Frida en cada una de ellas: ya fuera bromeando, como cuando usaba palabras en inglés y se autodenominaba lagrimilla porque, a causa del dolor, siempre estaba apenada; ya fuera desnudándose y mostrando sus debilidades y su —otro— dolor. La chamaquita, tu mujercita, tu hermana que te quiere, tu querida Frieduchita. Todas ellas formaban parte de la que tantas y tantas veces hemos visto autorretratada, aunque no lo parezca. En nuestra mente, deberemos añadir a la Frida que todos conocemos, a la que reconocemos por sus facciones y su cara tan particular, su estilo mexicanizado y original, añadir esa niña lagrimilla que le exige a su Álex que vaya a verla, que piense en ella, que la quiera y que, si no, le mienta. A pesar de que el corsé de hierro que debe llevar y la eternidad de horas que debe pasar en la cama, lo que peor lleva Friducha, tu chamaquita, tu hermana querida, Frieda, es la lucidez.
«Ahora habito en un planeta doloroso, transparente como de hielo; pero que nada oculta, es como si todo lo hubiera aprendido en segundos, de una vez. Mis amigas, mis compañeras se han hecho mujeres despacito, yo envejecí en instantes y todo es hoy blando y lúcido. Sé que nada hay detrás, si lo hubiera yo lo vería.»
Por eso, a pesar de que estos apuntes personales dan cuenta de prácticamente toda su vida, no hay tanta diferencia entre la niña que amaba incondicionalmente a Álex y la mujer que fue traicionada por Diego Rivera: Friducha, tu mujercita, creció de golpe, metida en una habitación, y aprendió a convivir con ella misma, con la ausencia de los demás, con la idea de que el mundo entero iba a un ritmo, al que le tocaba, y que nada, absolutamente nada, se iba a detener para que ella se adaptara, ella y su dolor, ella y su corsé. Y una vez explotada la dulzura de la Frieduchita, la niñita lagrimilla, da paso a una mujer que, además de con su propio rostro, juega con las palabras. Además de las bromas que gastaba Kahlo, otra de las cosas que me ha gustado, impactado y admirado de la pintora es su gran facilidad para moldear el vocabulario, para manosearlo y hacerlo suyo. Por eso, aunque Frida no sea esencialmente un personaje literario y sus cartas no estén repletas de referencias, de autores, de citas, de literatura, ésta es también una pieza que no tiene desperdicio. Además de los poemas que escribía, de donde sale el título de la recopilación de textos; además de intercalar el inglés y el español, con palabras puramente mexicanas, Frida sabía cómo conmover y cómo llegar al lector de la carta. Ignacio Aguirre fue, probablemente, el hombre que más sacó el lado creativo —en las letras— de la mujercita, la Frieducha, una chamaca linda.
«Tu voz me dio la más limpia alegría —no sabía qué hacer— y me puse a escribirte esta carta que no te sabrá decir, con mis palabras, todo lo que quisiera —todo lo que tú mereces por darme tanto! —tu belleza —tus manos —tú. […] Las ranas siguen cantando para nosotros —y nuestro río espera —el pueblo casto mira a la Osa Mayor —y yo —te adoro.»
Estos guiones podrían formar parte de un estilo que, de haber desarrollado en ficción, serían la marca de una ¿escritora? Quizá. No son muchas las cartas que le dedica a Ignacio Aguirre, pero suficientes para dar cuenta de que Frida era, ante todo, una mujer creativa, una artista. Potenció la pintura, pero podría haber seguido con esos guiones, con sus diminutivos, con las bromas, y habría dado a luz a personajes tan entrañables y tiernos como el que nosotros podemos encontrar en este libro de Lumen. Incluso se atrevió a contestar una carta entera con un poema largo, en el que bromeaba. Uno tiene la sensación, leyendo esos poemas y todas las tonterías que Frida ofrecía con tanta generosidad, buscando la sonrisa del destinatario…, tiene la sensación de que no le tenía respeto a la letra escrita, a mostrarse a través de las palabras, y esa falta de miedo y de pudor hacen de Frida una excelente escribidora de cartas, una mujer mostrándose abiertamente a través del lenguaje. Precisamente su poca ambición con los poemas y los estilos que inventaba para escribirle a Ignacio Aguirre, hacen que Frida resulte tan fresca y natural en su prosa y en su poesía. Escribía como jugando, y sus textos nos llegan hermosamente limpios, como diamantes en bruto.
Pero no todo es así en Frida: con la maternidad no juega, con su madre no juega, con sus abortos no juega, con el amor por Diego no juega. Y en cuanto Frida se ensombrece, piensa, madura una idea y la expone, cuando Frida es fría y seria, da paso a una mujer elegante, una intelectual casi autodidacta. Ar-tis-ta.
«Lo que quise expresar más intensa y claramente fue que la razón por la que las gentes necesitan inventar o imaginarse héroes y dioses es el puro miedo. Miedo a la vida y miedo a la muerte. Comencé pintando la figura de Moisés niño. (Moisés, en hebreo, quiere decir, “aquel que fue sacado de las aguas”, y en egipcio significa “niño”.) Lo pinté como descubren muchas leyendas, abandonado dentro de una canasta y flotando sobre las aguas de un río. Plásticamente traté de hacer que la canasta, cubierta por una piel de animal, recordara lo más posible a una matriz, porque según Freud la cesta es la matriz expuesta y el agua significa la fuente materna al dar a luz a una criatura.»
En esos momentos uno lee con otra predisposición, y se da cuenta de que la chamaquita lagrimilla es también una mujer que persigue metas, que pretende expresar en sus cuadros ideas trabajadas y que pretenden un mensaje oculto pero rotundo. Frida, tu mujercita, la linda chamaca, moldea. Incluso busca caminos en las palabras que ella necesita para poderse expresar como quisiera, y se pregunta si se pueden inventar verbos, porque quiere decirle a Carlos Pellicer que «yo te cielo, así mis alas se extienden enormes para amarte sin medida». Frida es generosa con el amor, y por eso el amor es generoso con ella, lo mismo que el dolor, lo mismo que la alegría y la tristeza. Todo en Frida Kahlo es generoso, es abundante, es excesivo. Pero siempre, para que no nos asustemos, para que ella tampoco se tome demasiado en serio, vuelve la chamaquita desconocida, la que no sale en sus retratos, la que sólo aparece en sus relaciones, en sus cartas, en sus apuntes; una Frida desconocida: ¡¡Doña Frida Kahlo aunque ustedes no lo crean!!

3 thoughts on “Ahí nos deja su retrato

  1. Jenn, ¿sabes que escribí una bio de Frida? Me lo pasé tan bien haciéndolo… Siempre que voy a México (jo, mira que poder decir esto… ¡pero es que he ido muchas veces¡) voy a la Casa Azul de Coyoacán. Es un lugar especial. No sé si la conoces. Si vas a DF, tienes que visitarla.
    Beso.

  2. Lo sé porque está ahí en tu blog, en el lateral. Y también sé lo de México porque he leído algunas entradas de la última vez que fuiste. Eres toda una privilegiada, y yo que me alegro.
    Un besazo, guapa.

  3. Me ha gustado mucho, tengo el placer de tener el libro de cartas de Frida, yo siento algo muy especial por ella, no podría explicarlo con palabras… eso es lo que más me gusta.

    Gracias por tu post, porque me ha encantado.

    Saludos.

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